lunes, 22 de enero de 2007

Esteticas fascistas 2: Genealogia de la normalidad

“Las ideas son para mi medios de transformación y por consiguiente partes o momentos de algún cambio.
Una idea del hombre es un medio para transformar una cuestión.” (Valery)

“Cuando un señor hable de la decadencia actual, probad a mirarle la cara” (Erik Satie)


Trataremos en este artículo del conjunto de dispositivos estéticos por los que se hará operativa toda una pragmática de recalificación antropológica y política. Si bien ha habido un número de destacados estudios sobre los “degenerados” y los criterios utilizados por los diversos regímenes político-científicos para clasificarlos, lo que nos interesa aquí de los degenerados será justo la medida en que funcionan como instancia ejemplarizante y constituyente del gran invento que constituye su reverso,: las personas normales.
Al cabo no son sino una fase más en la construcción de ese invento, la "persona normal" que antes, en plena Ilustración, necesitó del masturbador y luego necesitará del anarquista, el judío o el terrorista, como anti-tipos que lo van constituyendo...



Para una historia de la normalidad.

Foucault habla en su curso del College de France de 1974-75 de cómo desde el libro de Morel se va construyendo una teoría general de la degeneración que durante más de medio siglo, bastante más como veremos más adelante, va a servir de cuadro teórico, al tiempo que de justificación social y moral a todas las técnicas de localización, clasificación e intervención sobre los anormales...y destacadamente, sobre los “normales” que no existían antes y al margen de la identificación de los anormales, ambos grupos se interdefinen, y el discurso sobre unos lo es, indefectiblemente, sobre los otros.


Mezcla de biología, moral y mucho de estética, la normalidad ha sido uno de los complejos culturales más potentes que conocemos y de los mas ignorados, y así debía ser puesto que lo que postulaba, aun cuando fuera traumático, era “lo normal”.
Lo normal en arte, en relaciones sociales, en cuerpos.
La normalización es una ortopedia mental, corporal, estética, una ortopedia preventiva que adelanta las formulaciones del poder no meramente represivas sino configurativas.

El sistema de normalización inaugurado por los absolutismos, aun muy toscamente, y perfeccionado continuamente ha tendido no tanto a reprimir cuanto a prevenir la disidencia, haciéndola inviable por inconcebible o más bien impensable.

Pero hablamos de las funciones configurativas del poder que circulan a través de la normalización
Y estas funcionan con soltura respecto de sus rellenos, de sus contenidos concretos de cada momento, es precisamente esa constante de un modo de funcionar lo que me interesa centralmente en esto de las estéticas fascistas.
Hay una definición negativa, así durante tiempo los perezosos han sido carne de degenerado, ahora se considera cierta pereza deportiva como casi simpática, no me interesan tanto los móviles de acumulación primero, de consumo (o de paciencia) después, que puedan estar ahí presentes, como el modo mismo de configurarse, de comparecer esas disyunciones reclamando exclusividad, normatividad, el modo de hacerse vinculantes y en muchos casos excluyentes...

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Genealogía de la estetización

Con el trío Morel-Lombroso-Nordau, tenemos la confirmación de la estética como una de las ciencias mayores del cambio de siglo. Al menos como una de las más practicas.
Instruye y orienta la acción, la legitima y la ennoblece. Nada menos.
Es una logística, una teodicea, y una teleología... pero sobre todo y cuando pasamos al anverso, las personas normales, la estetización es la solución al problema del panóptico permanente, del panóptico ahora portátil e incorporado en cada sujeto.

Este trío de autores ilustra la transición del ámbito médico aun especializado y restringido (de los cretinos e idiotas –además de pobres y afectados de bocio- al de lo micro-social (el mundo de los delincuentes) y cómo este se va ampliando acogiendo a los anarquistas, los homosexuales, llegando con Nordau a los artistas modernos y sus partidarios; siendo así que la extensión no es sólo del calificativo “degenerado” sino de los remedios médicos de exclusión: aislamiento, esterilización, solución final y por encima de todo, filtrando todo el proceso, de lo estético como fundamento epistémico, fuente de evidencias acusatorias y sentidos justificadores...
"En las concepciones religiosas y artísticas se descubren, de siempre, tendencias que se aproximan notablemente a los principios científicos modernos: El angel prototipo del bien, lo imaginamos radiante de hermosura; el demonio, prototipo del mal, como una forma antropoidea, inferior, realmente simio-humana"
Asistimos con ello a una estetización de la ciencia y sus aplicaciones penales, políticas etc...
Garofalo en su "Criminología" dice: Cuando este hecho decisivo (el delito) se manifieste y a la vez el autor presente los caracteres de mayor resalto del tipo (cara larga, orejas en asa, etc...) juntamente con la herencia, entonces procederá declarar instintivo al criminal y por tanto incorregible (Carpena p.505)
Para estos científicos estetas el verdicto de incorregibilidad declarado por unas orejas en asa es inapelable: "Una vez reconocido en un homicida el tipo de criminal instintivo y privado de todo sentimiento de compasión...el tipo asesino, ¿qué otra cosa podrá hacer la sociedad sino rechazarlo de su seno? La eliminación se impone, pues, de manera absoluta: la muerte." (F.Carpena, Ibid. p 514)


La instrumentación de criterios estéticos filtra todo el transito entre los análisis que van de una “locura fisiológica” a una locura social (así la delincuencia y el anarquismo) hasta llegar a una locura moral, como le llama Nordau, una locura más generalizable, más insidiosa y que connota falta de sentido de la moral y el derecho, perdida del respeto a las conveniencias, que de algún modo se pretende genéticamente transmisible...e incluso una locura artística intolerable por cuanto es el resultado de los mismos “instintos malsanos” de los criminales más peligrosos sólo que pasados por la pluma o el pincel en vez de por la daga asesina (sic).
Los juicios estéticos se convierten pues no sólo en ratificación de los diagnósticos sugeridos por las evidencias procesales, resulta que además dichos juicios han de tener un destacado papel en la previsión de futuros crímenes y desviaciones, esto es tanto más así cuanto que como es sabido para Lombroso los niños “son en realidad por naturaleza pequeños criminales” , puesto que la normalidad nunca está del todo asentada, en niños y mujeres especialmente. Lombroso tendrá buen cuidado en destacar las similitudes entre la escritura de las mujeres y la de los ladrones.
Por su parte Freud recuerda que las mujeres poco educadas, como los niños en tanto seres perversos polimorfos, pueden llevar una vida sexualmente normal, pero también aceptar la dirección de un hábil seductor y hallar gusto a todo clase de perversiones adaptándolas en su actividad sexual.
La normalidad es , entonces, un bien precioso y sobre todo frágil, cuya posibilidad de perversión genera una tensión persecutoria, amenazante camuflada en todo, que acecha al pobre philistin, como le llama Nordau a su persona-normal.
La estética será la herramienta fundamental de diagnóstico para los procedimientos de construcción y defensa de la normalidad. Cuando en 1883 Galton empiece a hablar de eugenesia ya dejará claras las equivalencias entre las cualidades intelectuales, fisicas, emocionales y morales, equivalencias que harán inequivocas las implicaciones políticas de estas estéticas que encontrarán en los regímenes fascistas su continuidad.

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